1. Una visión encarnada del mundo
Los alumnos de una escuela católica aprenden que Dios está presente y actúa en sus vidas y en el mundo. Aprenden a reconocer las "huellas de Dios" en sus experiencias cotidianas, especialmente en medio de los desafíos de la vida. Desarrollan un sentido de "Conciencia Sacramental". Ven los signos del amor de Dios a su alrededor, y se convierten en instrumentos de la gracia de Dios en sus propios barrios, comunidades y en el mundo.
2. La inmersión en el misterio pascual
Nuestra vida es una serie de pequeñas y no tan pequeñas muertes y resurrecciones. En unión con el Misterio Pascual, nos damos cuenta de que hay poder redentor en el sufrimiento, y en el poder de la Cruz. En ella está la respuesta al misterio de todos los éxitos y fracasos de la vida. En la experiencia del Misterio Pascual, también nos damos cuenta de la necesidad de la comunidad. Como Jesús, encontramos a nuestro propio Simón de Cirene para que nos ayude en nuestro camino.
3. El valor de las relaciones como reflejo de lo divino
Los alumnos de una escuela católica aprenden a experimentar la gracia y la presencia de Dios en sus vidas a través de sus relaciones con la familia, los amigos y los profesores. Las relaciones de amor y apoyo que experimentan son reflejo del amor y la dinámica vivificante de la Trinidad. Como comunidad, celebramos nuestros éxitos y logros. Compartimos penas y caídas. Nos unimos en solidaridad, e incluso nos desafiamos mutuamente a ser mejores reflejos de la Divinidad.
4. Una visión matizada de las Escrituras
Los alumnos de una escuela católica tienen la oportunidad de explorar la belleza y la riqueza de la Sagrada Escritura, vista a través de la lente de la fe y vivida en la práctica diaria. Experimentan la revelación continua de Dios en las Escrituras como Aquel que guía a los israelitas a través de la Tierra Prometida, y que los redime a través de su Cruz y Resurrección. También llegan a ver a la persona humana como creada a "imagen y semejanza" de Dios y destinada a la vida eterna. Aprenden a aplicar las Escrituras a su propia vida como instrumento de oración y verdadera guía para una vida virtuosa.
5. Participación cívica
En una encuesta realizada por una fuente no estadounidense y no católica, se indicó que los graduados de las escuelas privadas tienen muchas más probabilidades de participar activamente en actividades cívicas que sus homólogos de las escuelas públicas. Las escuelas católicas ocupan el primer lugar en el porcentaje de graduados que participan activamente en actividades cívicas y comunitarias, como votar, ofrecerse como voluntarios, escribir cartas a los legisladores, participar en el Día de los Asuntos Católicos y hacer donaciones a organizaciones benéficas, no sólo para desgravar impuestos, sino por poseer el sentido de la justicia.
6. Servicio para el bien común
Las escuelas católicas promueven el servicio como un componente esencial de su plan de estudios. Muchas escuelas católicas tienen programas de servicio desde el jardín de infantes hasta el duodécimo grado. Los programas de educación superior, como el Cuerpo de Voluntarios Jesuitas o Dominicos, promueven el servicio a nivel universitario y de postgrado. Organizaciones diocesanas como Catholic Family Services proporcionan recursos y ayuda a personas de todas las clases sociales. Los alumnos de las escuelas católicas aprenden que, de hecho, son "guardianes de sus hermanos"; y tienen la responsabilidad de responder a las necesidades de quienes les rodean.
7. La disciplina como expectativa de fe
Las escuelas católicas promueven la autodisciplina mediante la claridad de una visión moral basada en el Evangelio. Se reta a los alumnos a ser semejantes a Cristo en palabra y acción. Se les pide que examinen sus elecciones y acciones a la luz de los Diez Mandamientos y de la ley evangélica del amor. Se les da una base teológica para el comportamiento ético. Los alumnos no son buenos porque actúen de acuerdo con las normas y expectativas. Más bien, porque los alumnos son buenos, es decir, hijos e hijas de Dios, se espera de ellos que actúen y tomen decisiones acordes con esta dignidad.
8. El papel central de las artes, los rituales, el teatro y la música en la vida de fe
A través de la educación católica, los alumnos están expuestos a la riqueza de la Tradición religiosa. La música, el arte, la literatura, el teatro y el ritual están enraizados en la rica historia de la Iglesia, y encuentran su verdadero esplendor como expresión de la alabanza divina.
9. La plenitud de la identidad católica en el corazón de la Iglesia
La educación católica siempre ha estado en el corazón de la Misión Católica. La educación católica, y los estudiantes que son producto de ella, han sido llamados la "mayor obra de la Iglesia". A ellos se les ha confiado la plenitud de la fe y se les ha encomendado la misión de la evangelización. Deben salir al mundo y compartir los dones que han recibido, como médicos, abogados, policías, bomberos, hombres y mujeres de negocios, profesores, sacerdotes y religiosos; como graduados de la escuela católica.
10. La excelencia personal como meta espiritual
Los alumnos de la escuela católica aprenden que la excelencia es una respuesta a las bendiciones de Dios. La excelencia académica no es un valor evangélico en sí mismo.
El Sermón de la Montaña no dice "Bienaventurados los que sacan solo notas sobresalientes". La educación debe tener una orientación altruista. Los alumnos aprenden para ayudar a los demás y marcar la diferencia en el mundo que les rodea.